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Boudu sauvé des eaux, como reza su título original, es una adaptación de la obra teatral homónima, de 1925, escrita por René de Fauchois y, como ella, constituye una mordaz sátira social sobre la hipocresía y los valores de la burguesía de la primera mitad del siglo XX.
Esta excelente y divertidísima comedia de Jean Renoir cuenta la historia de Boudu (magníficamente interpretado por Michel Simon), un vagabundo que se arroja al Sena después de haber sido abandonado por su perro (¿acaso existe mayor traición?).
Se trata de un canto a la libertad, pues Boudu, que nada posee, tiene, sin embargo, la fortuna de ser libre. No obstante, habrá un intento de coartar su libertad cuando el señor Lestingois le impida suicidarse y decida erigirse en su benefactor. Lestingois, librero hedonista y bondadoso, decide acoger al mendigo para sociabilizarlo. Sin embargo, Boudu sembrará el caos en la casa, dinamitando las bases de la convivencia familiar del hogar burgués.
Irónicamente, este Boudu-Moisés (el paralelismo es evidente: Moisés significa "salvado de las aguas") es ya un hombre adulto (y no un niño, como el profeta hebreo) cuando lo rescatan de las aguas. Además, su cariz anárquico y ácrata, al margen de toda ley y todo poder, tiene poco que ver con el del autor de la Torá.
Ahora bien, Boudu, que es un provocador desvergonzado e impúdico, posee sentimientos puros. Al contrario, Lestignois, su mujer y la criada que otorga al señor los favores que su esposa le niega, representan esa doble moral de la clase media francesa de la época, hipócrita e inmoral. A pesar de ello, los personajes están vistos con humor y mucha ternura.
Es interesante el contraste entre la vida burguesa, que transcurre en interiores y la vida del "clochard", que se mueve en espacios abiertos, en contacto con la naturaleza. Y es curioso cómo esos espacios tan cerrados de la librería y la casa del señor Lestingois se abren con la llegada de Boudu.
Particular importancia tienen esos toques teatrales con que está aderezada la película. El guiño más importante es, sin duda, ese prólogo teatral, que podríamos considerar metanarrativo, con el cual Renoir, a modo de introducción, nos habla de su concepción del teatro y de la relación de este con la vida. Sin embargo, Renoir no concibe el teatro como una representación de la vida. Para él, el teatro es anterior a la vida, y esta debe salir de aquel como de un espejo.
Otra pincelada teatral clave para comprender el filme aparece en la escena en la cual el señor Lestingois observa con su catalejo, a través de la ventana, el ir y venir de las gentes. Como si asistiera a una representación teatral, exclama al ver a Boudu: "¡Qué vagabundo tan logrado!" Y, así, Boudu ensaya su papel de "clochard" dentro del marco teatral de la ventana de Lestingois (y, más adelante, otros varios dentro del escenario de la casa-librería) hasta desbordar los límites teatrales y, al encontrar su verdadero papel, entrar en la vida.
La película de Renoir dio lugar a dos versiones posteriores: una "sitcom", de 1986, dirigida por Paul Mazursky y protagonizada por Nick Nolte, y una versión francesa de Gérard Jugnot, del 2005, con Gérard Depardieu como protagonista. Lamentablemente, ninguna de las dos adaptaciones posteriores de la obra de Fauchois está a la altura de la que hiciera Renoir. Y esto, a pesar del tremendo éxito que cosechó, al ser tan aclamada por la crítica, la versión americana.
En cuanto al "remake" americano, Down and Out in Beverly Hills (traducido al español como Un loco suelto en Hollywood), se trata de una comedia disparatada, en la cual la sátira social se diluye hasta desaparecer entre un montón de situaciones ridículas que buscan arrancar la risa fácil. Su título nos recuerda el de la obra de George Orwell Down and Out in Paris and London (1933), aunque su propósito y el modo como trata el tema de la pobreza están bien lejos de los del escritor inglés.
Respecto a la refundición francesa, Boudu (2005), se trata de un filme mediocre que naufraga entre la comedia y el drama sin desarrollar plena y satisfactoriamente ninguno de los dos géneros. Ni siquiera alcanza las cotas de humor de la película americana y su final, anodino e insípido como el resto de la película, resulta desagradablemente sentimental.
De hecho, solo Renoir consigue un final magistral. La película termina con la vuelta, plenamente consciente, de Boudu a la libertad de su vida de vagabundo (en compañía, ahora, de un nuevo amigo, una cabra; pues, al fin y al cabo, el ser humano necesita de otro ser que mitigue su soledad). Este vagabundo arquetípico renuncia a la vida acomodada, al sistema capitalista. Es significativa a este respecto la escena en la que entrega el billete que le habían dado como limosna para comprar pan a un joven adinerado. Este, sorprendido, no comprende el porqué de tal acción, y Boudu responde: "Para comprar pan".
Boudu renace al ser purificado por el agua, pues cuando sale del río por segunda vez, y se despoja del traje burgués que lo oprime, ya es otro.
Ninguno de los protagonistas de las dos adaptaciones posteriores consigue igualar la genial actuación de Michel Simon. Solo él consigue caracterizar de manera excepcional a ese vagabundo descarado, anárquico, ácrata, amoral, ingenuo y, sobre todo, desternillante. Un personaje deudor de Charlot y que influiría en los de los hermanos Marx.
Magnífica crítica. Muy bien redactada y documentada. Da gusto encontrar a veces en Internet artículos que valgan tanto la pena. Felicidades de parte de un fan de Renoir.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
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