sábado, 1 de junio de 2013

El Decamerón (1971)

Director: Pier Paolo Pasolini  Año: 1971  Guión: Pier Paolo Pasolini  Música: Ennio Morricone Fotografía: Tonino Delli Colli  Título original: Il Decameron   Intérpretes: Pier Paolo Pasolini, Franco Citti, Ninetto Davoli -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 


Toda adaptación cinematográfica es hija de la época en que surgió. Esto es aún más notorio en el caso de El Decamerón, pues la voluntad de Pasolini no es tanto recrear el universo medieval que describe la obra original como crear una reflexión metafórica sobre la Italia de la postguerra, pero re-evocando el pasado.


El Decamerón constituye la primera película del ciclo La Trilogía de la vida (las otras son Los Cuentos de Canterbury, 1972, y Las Mil y una Noches, 1974). Desde su estreno fue objeto de polémica, pues su fidelidad al texto original no es absoluta. Pasolini cambió el marco de Florencia a Nápoles y seleccionó aquellas historias que mejor se adaptaban a sus propósitos, entre los que se hallaba el de mostrar su particular visión del Marxismo y una denuncia de las desigualdades sociales.

Debiera bastar, para gozar de El Decamerón, enfrentarse a él con la pureza del barro, que tanto amó Pasolini. Sin embargo, la película está inscrita en unas coordenadas temporales y geográficas tan precisas que es imprescindible conocer su contexto para comprenderla. Es conveniente, también, cierto ejercicio de documentación o el poseer un bagaje cultural suficiente para entender la complejidad del film, reflejo de la compleja personalidad del Maestro de Bolonia.

La incomprensión de la que fueron objeto las películas del ciclo fílmico, así como su utilización por parte del poder, hicieron que el propio Pasolini las repudiara en su "Abjuración de la Trilogía de la vida".

Pasolini se propone crear un cine poético donde lo pictórico tiene una importancia fundamental y concibe El Decamerón más como un fresco de la sociedad de su época al estilo de Giotto que como una pintura del mundo medieval en su transición al capitalismo. De ahí, que simplifique los fondos, que presente los paisajes dibujados con trazo infantil. Todo para crear un ambiente fantástico, irreal, onírico, en el que se mueve el verdadero protagonista, el alma humana.

Ese Cielo pasoliniano, que se nos figura de atrezzo, no hace sino reflejar la misma voluntad de presentar unas figuras religiosas más cercanas, menos hieráticas, que Giotto en su Virgen entronizada, cuyo rostro refleja, según dicen, una dulzura humana que podría muy bien ser el de cualquier mujer toscana de la época.

Si no sabemos todo esto, puede sorprendernos esa caracterización deficiente o parcial de los personajes, pues muchos de los actores presentan una imagen que no oculta la época a la que pertenecen. Baste citar las grandes patillas de ciertos muchachos, el maquillaje de algunas muchachas (por ejemplo, La Virgen, que podría ser cualquier bella italiana de los años 70), incluso las marcas de bronceado de alguna jovencita, que podrían llevar a creer a muchos que en la Edad Media las chicas tomaban el sol en bikini.

Por otro lado, es preciso comprender el sentido que Pasolini da al cuerpo y al sexo, el cual, como él mismo dice, tiene justificaciones históricas e ideológicas en su obra. Desde el punto de vista de hoy puede parecer superflua la excesiva atención que el objetivo de la cámara presta a tanta bragueta, siempre insinuando bajo la fina tela miembros viriles de grandes dimensiones.

Todo esto, inevitablemente, lo aleja del público mayoritario. Y es que sus películas dejan una sensación extraña en quien se acerca a ellas por primera vez.

Pasolini, como Boccaccio, invita a la profundización, a mirar más allá de la superficie. Sólo así podemos apreciar la grandeza del film. 

Todo él esta concebido como el sueño de Giotto-Pasolini. Sabemos desde el principio que la magia del cine nos presenta, en este caso, un sueño ajeno, aunque podemos compartirlo. Y esto también nos puede llevar a equívoco, a interpretar como narcisismo lo que no es sino una mirada en cuclillas del mundo. Pero esto sólo lo aprendemos al final, no sólo del film, sino de la Trilogía, cuando comprendemos que un solo sueño no encierra la verdad, y se nos da un último mensaje: "procura que tu sueño sea más largo que la noche".

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